El Poblado
El poblado de Las Eretas es lo que metodológicamente en arqueología se denomina un “tell” (colina artificial de restos arqueológicos); se levanta en una planicie aluvial agrícolamente muy fértil, al lado del caudaloso río que la generó, pero sabiamente ubicado fuera de su lecho de inundación. La continuidad del poblamiento en el lugar durante casi tres mil años, pues el casco urbano de Berbinzana se le superpone parcialmente, ha condicionado que sólo la parte inferior del yacimiento –por tanto, la fase antigua del poblado– haya llegado hasta nuestros días en óptimas condiciones de conservación, no exenta de algunas intrusiones postdeposicionales de carácter vertical detectadas en el proceso de excavación, que han supuesto una escasa repercusión espacial.
Su emplazamiento en llanura no cumple los habituales requisitos del patrón de asentamiento de la Edad del Hierro en el Valle del Arga, caracterizado por ocupar lugares en altura (cumbres, cerros testigos, rebordes de terrazas altas o relieves en cuesta), como ocurre en otros yacimientos contemporáneos descubiertos en las localidades circunvecinas de Mendigorría, Larraga, Artajona, Miranda de Arga, Falces y Peralta.
Por los datos recabados, todo parece indicar que el poblado de Las Eretas es una fundación en la llanura aluvial del Arga ex novo que se produjo en los albores de la Edad del Hierro por un pequeño colectivo humano, tal vez familiar, desgajado de algún otro poblado o castro en altura de la comarca cuyo origen más claramente se remonta al Bronce Final. La estratigrafía relativa concluye que no surge de forma espontánea, sino que hay un diseño predeterminado que establece el ordenamiento urbano de la población, ya que, como paso previo, se construyó la muralla que cierra el caserío pues sobre ella se apoyan nítidamente las primeras casas que se levantaron en este lugar.